Los Indígenas, las Misiones y el Estado

Desarrollo sostenible y cultura En el Alto San Juan (Parte 3)

Entre los principales elementos de diferenciación social en la actuación económica y en la toma de decisiones se encuentra la influencia que han recibido de las misiones y el Estado las comunidades indígenas. Como es bien sabido, desde siglos pasados el dominio español en primera instancia y más tarde el gobierno nacional entregaron a las misiones el “deber” de ejercer sobre ellos cierta tutela con respecto a sus decisiones internas y además se les encomendó su educación con el fin de integrarlos a la sociedad nacional no solamente a través del acceso a la lengua oficial, sino además en la catequización, las costumbres alimentarias, las formas de la familia, la vivienda, el vestuario, etc.

Así se inició en el Alto San Juan un proceso de aculturación, principalmente desde las misiones, avalado por el Estado, que pretendió incluso erradicar practicas tan fuertes y arraigadas como el Jaibanismo mediante su prohibición y persecución. La religión actuó también como un mecanismo de presión al determinar sanciones sobrenaturales para aquellos que ejercieran practicas demoniacas como era la curación a través de los Jai y de las hierbas. Lo mismo ocurría con la lengua Embera que fue prohibida y sus hablantes castigados, incluso físicamente, como mecanismo para la adopción del castellano.

De esta manera, a nivel de los paisajes se puede decir que el mayor elemento de diferenciación cultural y social esta dado por la influencia que han ejercido las misiones y el Estado en la región. Esto aunado a la influencia de los grupos con los que conviven, es decir si están afectados por los núcleos urbanos mestizos establecidos en el territorio o simplemente por colonizadores dispersos en pequeños sectores del territorio indígena o si la influencia la reciben de grupos negros tradicionales o aculturados. Es decir la posición en el paisaje frente a los demás grupos que implican presiones e interrelaciones cotidianas.

En este sentido podríamos decir que hay zonas de influencia alta de las misiones y el Estado, caracterizados básicamente por la presencia permanente de estaciones misioneras e internados para los indígenas como es la zona 3 donde se encuentra un internado (Purembará) y una casa misión (Cundumí) y la zona 5 con una casa misión (Santa Teresa ) y una iglesia protestante (La Loma). Es también en estas zonas donde es Estado realiza el mayor número de proyectos y acciones como saneamiento de resguardos, obras de infraestructura, establecimiento de núcleos educativos, proyectos productivos, etc. En el caso de la zona 1 existe una influencia alta de asentamientos mestizos (San Antonio del Chamí) con toda su dinámica de mercados y servicios. La zona 5 recibe influencia de comunidades negras y el resto de zonas o paisajes es afectada por núcleos pequeños o esporádicos de población mestiza dispersa.

La Vía al Mar y las Comunidades Negras

La Via al Mar desde su inicio (19S0 aprox.) hasta su culminación en la zona (1986) ha generado grandes y profundas transformaciones en el territorio de comunidades negras. Cabe anotar que el territorio es atravesado por esta importante via y en torno a ella se ha modificado el patrón de poblamiento y se han articulado las economías.

La influencia que ha ejercido en la conformación de los diferentes sectores sociales del grupo negro se evidencia en dos aspectos centrales: el desplazamiento del río como eje articulador del poblamiento para darle paso a la carretera como eje de ordenación y disposición de las viviendas y los asentamientos. Y, la orientación de las actividades económicas a las necesidades de los flujos de gentes y mercancías que se movilizan por el territorio.

De esta manera, se han reordenado las actividades productivas, la forma de organizarse la sociedad para producir y, las aspiraciones sociales y étnicas en torno al vaivén de expectativas y posibilidades que la carretera moviliza hacia el territorio negro. La influencia que la carretera ha marcado en los diferentes paisajes y en sus gentes depende también de los grados de proximidad o lejanía con respecto al eje vial.

En la zona 6 por ejemplo, la carretera ejerce una influencia moderada en primer lugar porque esta alejada físicamente y en segundo lugar porque los ejes viales alternos que conectan con otros asentamientos (Vía Mampay – La Unión) no han sido terminados. Así, la orientación al mercado y especialmente la vinculación al sector informal no es tan marcada como en las zonas donde el eje vial atraviesa directamente. Esto asociado con la predominancia de sistemas de producción tradicional y un autorreconocimiento campesino fuerte.

La zona 7 recibe una marcada y profunda influencia de la carretera. En torno a ella el poblado ha crecido y ha atraído un sinnúmero de gentes, comerciantes y compradores de tierras. El asentamiento principal (Santa Cecilia) se ha convertido en paso y parada obligada de buses, camiones y particulares por su posición intermedia entre Quibdó, Itsmina y Medellín, Cali. El creciente flujo de bienes (productos agrícolas, artesanías, almacenes de variedades, etc.) y servicios (restaurantes, discotecas, bares, estaciones de gasolina, montallantas, talleres de reparación, etc.) hacen de esta una zona atractiva para el abastecimiento de las personas movilizadas.

Así entonces, la influencia de la carretera ha implicado cambios profundos en este sector. Gran número de sus habitantes se encuentran articulados al sector informal de la economía (ventas callejeras principalmente) o están en proceso de hacerlo mediante la disposición de sus viviendas hacia el eje vial ofreciendo a los que transitan productos agrícolas que antes eran de autoconsumo (chontaduro, borojó, caimito, etc.)

Cabe mencionar que la carretera no ha sido el único factor de diferenciación socioeconómica en esta zona. Allí la Iglesia, durante los últimos 40 años y principalmente a través del sacerdote español Salvador Cruz Santana ha ejercido un poderoso control e influencia que ha dejado profunda huella entre los habitantes de la zona 7. Esto se ha visto traducido en cambios culturales, en la educación, en las costumbres sociales y en un sinnúmero de transformaciones locales con respecto a los demás sectores del territorio.

La incidencia de este sacerdote en esta zona amerita una cuidadosa investigación etnográfica por las implicaciones que ha tenido y por la huella que ha dejado entre los pobladores, al mejor estilo de las historias de García Márquez.

Para la zona 8 el eje vial ha implicado cambios profundos en los sistemas de producción/reproducción. La apertura de la vía posibilitó un mayor comercio de recursos naturales representado básicamente por los “respaldos” y una mayor valoración económica de las tierras. Así, muchas de estas propiedades pasaron a manos de mestizos, propietarios ausentistas en gran parte, y los anteriores propietarios que se quedaron en la zona pasaron a constituirse en mano de obra disponible ya fuera en las mismas fincas o en otras zonas.

La presión de los mestizos, la influencia de la economía chocoana y las posibilidades de comercialización con la carretera han determinado una mayor intensificación de la producción y mayor orientación al mercado en productos como el chontaduro, el primitivo y el borojó.

Las Tendencias del Mercado y los Grupos Mestizos

Uno de los mayores factores diferenciadores en la toma de decisiones económicas entre los grupos mestizos, además de las condiciones socioeconómicas a cada uno de ellos, se ha constituido en las oleadas sucesivas de incremento o crisis con respecto a los productos de inserción al mercado.

Antes de los 70’s, los grupos mestizos iniciaron una transformación de los paisajes que se caracterizó por una gran inversión de energía, tiempo y mano de obra. En los sectores que estaban más próximos a la carretera (construidas únicamente hasta las cabeceras municipales) la venta de maderas se constituyó en una actividad que permitió financiar la instalación de fincas de producción pecuaria y agropecuaria. Para los sectores más alejados de los ejes viales, la instalación de fincas se constituyó en el factor primordial, mediante la liberación de áreas boscosas para producción agropecuaria.

Antes de esta década, la economía a pesar de que cada vez más se orientaba al mercado, continuaba abasteciendo básicamente a las familias y especialmente a través del ganado y la panela se lograba comercializar.

En los 70’s la introducción de la motosierra genera una dinámica socioeconómica distinta: en primer lugar llegan al territorio un sinnúmero de gentes a extraer maderas, comercializar y a “abrir” fincas. Los pobladores vivieron una bonanza mediante al cual muchos pudieron irse a otros lugares o a la ciudad y otros, lograron establecer en las zonas abiertas sistemas de producción agropecuario. A finales de esta década, cuando casi todas las maderas comerciales estaban agotadas en el territorio, el decaimiento de la extracción implicó una crisis económica y social para la zona que implicó el desmejoramiento de la calidad de vida. En la actualidad la actividad permanece en zonas marginales, alejadas de las carreteras y aumenta cuando la apertura de ejes viales facilita su extracción, hasta agotar las maderas comerciales o convertirlas a carbón, liberando áreas para producción agropecuaria.

En la actualidad la zona 9 está marcada por esta dinámica de extracción por ser zonas lejanas a las carreteras. A medida que se abren claros en el bosque se establecen sistemas de producción agropecuario y pecuario.

En los 80’s el comercio en ascenso del lulo trajo a los productores de la zona una nueva esperanza de acumulación y éxito comercial. A medida que los buenos resultados se iban viendo entre los vecinos, la gente sustituyó sus cultivos de maíz y fríjol, abrió nuevas áreas a la producción y se generalizó el cultivo de lulo. Una nueva bonanza llegó al territorio y con ella nuevos mecanismos de ascenso social y de valoración económica y productiva de las fincas.

Pero esta bonanza duró pocos años pues un conjunto, de plagas hizo mella de las extensas áreas destinadas a este cultivo y vino una quiebra generalizada para la gran mayoría de agricultores. Una vez más la zona cayó en una profunda crisis socioeconómica y los niveles de vida decayeron. Como en otras épocas, la caña se constituyó en la única fuente segura y permanente de ingresos a lo largo del año, a pesar de su baja rentabilidad.

A partir de 1995, los productores, asesorados por agricultores y empresarios de otras regiones comenzaron de nuevo el cultivo del lulo acompañado de un paquete tecnológico que implica un conjunto de agroquímicos y fungicidas, siembra en “tierras” nuevas donde supuestamente la plaga no está, es decir, aumento de la frontera agrícola hacia zonas de rastrojos y bosques. Los resultados de esta nueva oleada de vinculación a los mercados y ascenso económico social aún son inciertos y predominan en la zona 10, correspondiente básicamente a la cuenca del Río Tatamá, uno de los principales afluentes del San Juan.

La zona 11 está muy marcada por la influencia de la ganadería que incluso desde los 50’s se viene practicando en la zona. El decaimiento de la productividad en esta zona, las migraciones y las bajas oportunidades de vida posibilitaron la acumulación de tierras en estas zonas.

De esta manera, uno de los factores que más incide en la diferenciación socioeconómica por paisajes entre los grupos mestizos se constituye en las relaciones históricas que han tenido con los mercados y la influencia en la población y en las coberturas naturales que se han generado.

CONCLUSIONES

En esta medida, la racionalidad económica que subyace a cada uno de los sistemas de producción está dado entonces por un marco regional donde el grupo, la unidad de producción y el individuo adoptan una posición frente a las propuestas modernizantes y globalizadoras que hacen parte de la dinámica nacional y mundial. Estas propuestas, dependiendo del agente que propone (funcionarios públicos, iglesia, opinión pública, sociedad hegemónica, etc.) pueden presionarse mediante métodos sutiles, formales o agresivos para la adopción de formas específicas de actuación económica.

Las formas de compensación o sanción frente a la adopción o no de las propuestas modernizantes van desde diferentes niveles de segregación racial y cultural, inclusión o exclusión en esferas de participación y actuación ciudadana (espacios institucionales de toma de decisiones en los diferentes niveles de conformación del Estado o espacios de relación social como fiestas públicas, eventos sociales, etc.), pasando por el acceso o la negación de la acción estatal expresada en asesoría, fomento y donaciones por parte de las instituciones para terminar en métodos de negación e invisibilidad social e individual expresados en una total subvaloración de la diferencia cultural, social y económica y su aporte e importancia, hasta llegar a la imposición presionada y muchas veces forzada de nuevos marcos culturales representativos de los ideales de nación, estos métodos se formalizan principalmente a través de la educación y de la formación de nuevas generaciones que realizan en la zona la iglesia y el Estado, para ello, basta mirar la construcción curricular de todas y cada una de las instituciones de educación para la zona aunque se denominen propuestas étnicas.

En el marco del territorio, la racionalidad económica de los sistemas de producción, está expresada por la construcción cultural específica (indígena, negra o mestiza) y la importancia o dominancia, en términos de la vigencia, que poseen las formas tradicionales de actuación económica. Para ello, es necesario entender cual es la oferta ambiental actual y sobre ese marco, explicar la posibilidad o imposibilidad de actuar con base en este paradigma. También constituye parte de la racionalidad de los sistemas económicos, la estrategia por medio de la cual la cultura ordena, jerarquiza y clasifica la importancia y relevancia de los elementos que intervienen en la producción: recursos naturales, trabajo e insumos. A pesar que la presión a la modernización haya sido eficiente y en consecuencia el grupo o unidad de producción haya decidido incluirse en esos ámbitos de actuación social y económica, la cultura continúa obrando como paradigma para tratar de organizar, jerarquizar y clasificar la gama de recursos, métodos y herramientas que intervienen en la producción, actuando además en una catalogación de los óptimos de intensificación y utilización de los medios de producción.

De esta manera, el sistema de producción expresa la especificidad cultural y los indicadores de ello se constituyen en los niveles de intensificación en la utilización de los insumos, las características de las coberturas naturales o artificiales y la tecnología utilizada en la producción.

La adscripción o negación de la identidad cultural propia, se constituye también bajo esta unidad de análisis, en una poderosa forma de toma de decisiones en la actuación económica específica. La identidad propia y su negación o aceptación conllevan también consecuencias sociales del individuo frente a su grupo de adscripción. Esto se traduce en los niveles de participación en los beneficios que acarrean los lazos de solidaridad y las obligaciones derivadas de la conformación social de la cultura, mecanismos que en muchos casos garantizan la supervivencia del individuo y la familia, tanto en su vida cotidiana como en casos excepcionales de periodos económicos de especial dificultad. Asimismo, la pérdida de estatus frente al grupo se convierte en un mecanismo importante frente al cual se toman decisiones económicas en los sistemas de producción.

A nivel de los paisajes, es donde los sistemas de producción adquieren una dominancia y espacialización concreta, donde se sintetizan no solamente las particularidades de la toma de decisiones económicas derivadas de los procesos de inclusión, exclusión, marginamiento, segregación o participación en esferas mayores que los contienen (región y territorio), sino además donde se participa en la esfera de lo cotidiano, lo inmediato. Aquí se expresa la historia propia, la de los ecosistemas y la de la acción estatal a lo largo del tiempo en un espacio dado. Aquí se da el núcleo central del proceso de toma de decisiones económicas efectuado por cada una de las unidades de producción.

De esta manera, la interacciones concretas derivadas de la posición en el paisaje, tienen una implicación directa en la toma de decisiones económicas y en la forma local de racionalidad que expresa el sistema de producción practicado por la unidad de producción. Así, la posición geográfica en el paisaje (oferta de RRNN), la relación de esa ubicación frente a factores tan perturbadores como las carreteras y, en especial, la Vía al Mar; la incidencia directa o indirecta a lo largo del tiempo de las diferentes estaciones misioneras e iglesias, la afectación directa o indirecta, continua o esporádica de los agentes económicos y sociales del Estado, especialmente si se está nucleado o disperso; la forma que asume la relación e interacción social y económica dependiendo de cual es la composición socioeconómica y cultural de los grupos con los cuales se convive: indígenas con o sin tierra, ganaderos, colonos, grupos en expansión territorial, grandes propietarios, centros urbanos, grupos de alta especialización tecnológica, aldeas tradicionales, etc., todos ellos, son factores decisivos en la toma de decisiones económicas en el marco de la unidad de producción.

Los indicadores a nivel de los paisajes de la racionalidad que subyace a los sistemas de producción se constituyen en grados de influencia de la vía (disposición de los asentamientos y los sistemas económicos frente al eje vial), influencia de los grupos con los que conviven, influencia de las misiones y el Estado, condiciones biofísicas. Todos ellos determinan no solo la disponibilidad de la zona para la producción, sino además los grados específicos de inserción a la economía de mercado, los procesos diferenciados de aculturación, mestizaje y pérdida de la cultura, así como la lógica de la inserción, exclusión, marginamiento o adscripción a determinadas formas de actuación económica y social formalizadas en el marco de la interacción cotidiana, es decir la escogencia especifica de un sistema de producción que exprese su historia y aspiraciones determinadas.

BIBLIOGRAFIA

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