Los Embera: crisis de identidad o crisis de adaptación?

Desarrollo sostenible y cultura En el Alto San Juan (Parte 2)

La cultura Embera ha resuelto por muchos siglos los problemas que se presentan a los individuos en torno a temas tan importantes como la producción, cómo organizarse para ello, cómo no desestabilizar los ecosistemas ni agotar las especies, cómo regular la densidad de población necesaria para mantener la producción, etc. Así los miembros de esta colectividad obtienen recetas y fórmulas que dan sentido a lo que se acciona y se ejecuta.

La manera como actualmente el Embera interviene su territorio obedece aún a la forma como piensa y cree que debe actuar de acuerdo con una cultura que provee de significación a la acción de individuos que ya no se mueven en bosques primarios, sino, por el contrario, en zonas intervenidas donde escasean los elementos necesarios que, para la cultura son esenciales para la sobrevivencia, pues fue construida con base en esa determinada’realidad biofísica que ya no es la misma.

La contradicción mayor se da en la medida en que la cultura pierde su valor paradigmático y pasa a convertirse en un corpus ideológico que ya no sustenta ninguna situación de hecho, circunstancia ésta a la que tienden los indígenas del Alto San Juan, cuya cultura no ofrece en muchos casos, respuesta a interrogantes que le suceden a diario acerca de cómo producir en potreros, cómo obtener proteína que no sea en el bosque, cómo producir y manejar excedentes, cómo organizarse para producir de acuerdo con las nuevas circunstancias, cómo vivir en un territorio pequeño, cómo superar los conflictos, etc.

La queja de los mayores de que ya los jóvenes no conocen la tradición no es más que la expresión en la práctica del desfase entre cultura y estructura social, donde en la cotidianidad los indígenas se han visto abocados a resolver todos estos interrogantes, sin lograr que su propia cultura les provea el marco y encontrando en la cultura del mestizo el referente de acción que les permite poder solucionar algunos de sus problemas de una forma práctica.

Según García Canclini:

La adopción de la modernidad no es necesariamente sustitutiva de sus tradiciones. Con frecuencia, los indígenas son eclécticos porque han descubierto que la preservación pura de las tradiciones no es siempre el camino más apropiado para reproducirse y mejorar su situación. (…), las reformulaciones negociadas de su iconografía y de sus prácticas tradicionales son tácticas para extender el comercio y obtener dinero que les permita mejorar su vida cotidiana. El consumo multicultural, con el que buscan satisfacer sus necesidades aprovechando sus recursos tradicionales y los de diferentes sociedades modernas, confirma esta reubicación dúctil de los sectores populares.

Garda Canclini, Néstor. Consumidores y ciudadanos, conflictos multiculturales de la globalización. Editorial Grijalbo, México, 1995. Pgs. ¡70-171.

Podríamos decir entonces que la etnia Embera de Risaralda se encuentra en trance crítico y está buscando salidas sincréticas al desequilibrio entre sus estructuras, pues tiene que ajustar su bagaje cultural a realidades tan concretas como el cerco territorial y la escasez de insumos necesarios para la supervivencia tal y como lo dictamina la cultura. Pero construir esa cultura que necesita para sobrevivir no implica el abandonar el legado ancestral que hace parte de su tradición, por el contrario se trata de encontrar los puntos de equilibrio donde la cultura se adecúe a las nuevas exigencias de la realidad y a su vez, se busquen los correctivos y acciones necesarias para que el legado cultural siga proveyendo de marco de referencia al accionar del grupo.

Las Comunidades Negras entre la Integración y la Asimilación

La cultura de las comunidades negras de la zona, un proceso de formación reciente frente a otras culturas de mayor trayectoria en la región, lia respondido en su conformación a la necesidad de adecuarse a nuevas situaciones territoriales y sociopolíticas, retomando de manera ecléctica los elementos de otras culturas, indígenas y mestizas, reinterpretándolas y adecuándolas a su propio bagaje, históricamente híbrido y ecléctico.

Así, no es de extrañar, que el grupo negro frente a nuevas situaciones de acción y relación, tal como lo ha hecho históricamente, reevalúe y se adapte a nuevas situaciones culturales que los lleven a tomar mejor ventaja social y a superar y conquistar los espacios de integración social. Comenzaron como esclavos en haciendas y minas y finalizan como ciudadanos urbanos en pleno ejercicio de sus derechos civiles, el ascenso es notorio y la cultura, el vehículo de transformación que posibilita los cambios.

De esta manera, gran parte de los aspectos de la cultura como las relaciones con el medio ambiente, las practicas agrícolas, el manejo de recursos genéticos, las formas de apropiación del territorio son reevaluados en la medida que se constituyen en obstáculos de integración y ascenso social. En cambio, la estructura de las relaciones sociales permanece en muchos de sus aspectos fundamentales pues es a través del mantenimiento de lazos y obligaciones sociales que la totalidad del grupo puede acceder a los espacios por conquistar.

De esta manera, la identidad cultural del grupo negro y su expresión frente a la manera de autorreconocerse y vincularse al territorio también responde a la necesidad de interrelación con los demás y a la manera como se da esa coproducción de la identidad propia y la de los otros en la interacción: el caso específico de la sociedad nacional que a pesar del mestizaje sufrido continúa practicando de manera sutil pero eficaz, un racismo con ciertos visos segregaciónistas, lia determinado a las comunidades negras la necesidad de generar estrategias para sortear esta situación y, es a través de la identidad, de las esferas de autorreconocimiento y de la manera como se es percibido, clasificado y reconocido por el otro que se trata de actuar.

Una situación vivida hace unos 8 a 10 años en la región explica un poco el contenido de tal planteamiento: en una ocasión, mientras se departía en una fiesta popular, miembros de la etnia negra local tomaron partido en un incidente bastante instructivo de la conformación de identidad. Al calor de la fiesta y el licor, algunos funcionarios (mestizos) de Risaralda acusaron a profesionales (negros) del lado chocoano de ser mediocres e ineficientes en su trabajo. Indignados los funcionarios negros instaron a los negros de la zona a defenderse de los insultos de los “paisas” a lo cual respondieron que ellos defendían lo suyo, Risaralda. Los funcionarios chocoanos se retiraron de la fiesta indignados y los demás alegremente (paisas y negros) siguieron departiendo.

Como ilustra muy bien Eidheim en el caso de campesinos paquistaníes, cuando la identidad étnica se convierte en un estigma social, la actuación de los individuos frente a su adscripción y sentido de pertenencia puede variar ante la posibilidad de pérdida o de ganancia en situaciones sociales que comprometan su actuación. Es claro, que a nivel de la región e incluso de la nación, estigmas sociales vinculados con la identidad cultural y las características raciales hacen que el negro cargue con y estigmas que traspasan el plano de meros discursos de identidad para transformarse en elementos de juicio y actuación en el momento de acceder a empleo, ejecutar proyectos, participar en espacios públicos e incluso acceder a escenarios de mayor estatus social y económico.

Como la identidad étnica está asociada con un conjunto de normas de valor, específicamente culturales, se concluye que existen circunstancias donde esta identidad puede expresarse con éxito moderado, y límites cuyo traspaso está vedado. (…) las identidades étnicas no pueden conservarse más allá de estos límites, pues la fidelidad a normas de valor básicas no podría sostenerse en situaciones donde, comparativamente, la propia conducta es totalmente inadecuada.

Barth, Fredrik. Introducción. En: Barth, F. (Compilador). Los grupos étnicos y sus fronteras, la organización social de las diferencias culturales. Fondo de Cultura Económica, México, 1976. Pg. 31.

Así, bajo condiciones de relación intercultural las comunidades negras de la región optan por una identidad que los vincula a territorios de no marginación, es decir, sus vínculos no son con el Chocó, región marginal, sino con Risaralda, interior del país, no se reconocen como “morenos” sino como campesinos y, las fronteras étnicas con respecto al mestizo se diluyen en la puesta en escena regional y nacional.

En situaciones de relaciones intraétnicas, el grupo asume su identidad como etnia negra, reafirma sus lazos con sus parientes y antiguos vecinos de la región chocoana y ratifica las obligaciones sociales que como miembros de una colectividad fundaron sus ancestros. Esto es especialmente evidente en los ritos fúnebres con su movilización de gentes desde el Chocó y viceversa y en la solidaridad grupal que representa el asumir los gastos fúnebres y el acompañamiento económico y anímico a los parientes del difunto. Aquí entonces las fronteras étnicas se reconstruyen con respecto al mestizo y la comunidad negra se repliega sobre sus semejantes.

En términos económicos, el asumir ciertos comportamientos como productores: intensificación de la producción, ingreso a los mercados de bienes y servicios, tecnificación de las labores agropecuarias, etc. permite acceder a esferas de relación social de mayor ventaja para el grupo, mientras que el mantenimiento de las formas tradicionales de producción implican mayor estigmatización social con sus consecuencias: falta de asesoría, créditos, marginamiento de los escenarios socioeconómicos regionales, etc. De esta manera, la cultura propia se convierte en un obstáculo de ascenso social y económico, mientras que el mantenimiento de la estructura social permite al grueso de las parentelas y del grupo este ascenso.

Los “Paisas”, entre lo Tradicional y lo Moderno

Hablar de una identidad del grupo mestizo conlleva diferenciar los escenarios posibles donde es aplicable el sentido de pertenencia, el sentido de grupo frente a aquellos escenarios de actuación grupal que no conllevan la interculturalidad y que se constituyen en espacios de diferenciación social propios. Si bien es cierto que culturalmente el grupo mestizo presenta una evidente homogeneidad y relación con el resto de la sociedad nacional, también es cierto que a nivel social local, hay una profunda diferenciación que implica en términos sociales y económicos distintas maneras de constituirse y reconstituirse frente a sí mismos y los demás.

Dentro del grupo mestizo, la vida social replica por un lado la necesidad de nuevos y mejores espacios de participación económica, el acceso a una modernización que genere una infraestructura adecuada a los cambios y ritmos que impone la globalización, una articulación eficiente de las actuaciones del Estado frente a las organizaciones comunitarias y sus representantes, mientras que por el otro lado, se recrean y mantienen viejos esquemas de relación clientelista con los políticos y representantes, repetidos y casi ritual izados esquemas de comercio, empleo y trueque no monetarios median las transacciones económicas, mientras grandes sectores se aferran a los consabidos esquemas de producción agropecuaria a riesgo de no aumentar los niveles de productividad por los que todos claman.

Así, la modernidad propuesta desde el Estado y la sociedad nacional más que una realidad concreta, es una aspiración colectiva de un grupo que mitifica, a manera de tabla de salvación, las bondades de la integración socioeconómica. Esta integración se ha dado en el marco de momentos históricos en la vida del presente siglo, pero no como una dinámica de la zona, sino como enclaves económicos de acuerdo con las necesidades del mercado: en los 50’s la ganadería, en los 70’s la madera, en los 80’s el lulo. Cuando decae la actividad con la cual se genera la mayor integración socioeconómica, la marginación y el aislamiento vuelven a estar en el orden del día.

Pero cuales son los elementos que configuran la cohesión social en el grupo mestizo y cual su característica de relación y acción entre sus diferentes sectores? Podríamos decir que la cultura del mestizo en la región se ha constituido de una diversa y variada composición social. Ha retomado los bagajes culturales traídos de otros territorios (a su vez reconstituidos y elaborados sobre múltiples bases) y los ha mezclado con aspectos de la cultura del indígena y del negro necesarios para intervenir el territorio y asegurar la sobrevivencia.

Bajo esta particularidad a pesar que los mestizos reclaman mas y mejores espacios de participación en la toma de decisiones en su territorio, viejas practicas clientelistas median las relaciones entre las entidades y las organizaciones y los elementos de cohesión política como la adscripción a partidos tradicionales sigue conglomerando las identidades individuales y grupales. Para el grueso de la población mestiza, el Estado se constituye en uno de los principales obstáculos del desarrollo, el ente al cual se debe gran adecuada modernización. Estado y funcionarios son sinónimo de ineficiencia, corrupción, amaño institucional, etc. Sin embargo, a nivel local existe una dinámica bastante fuerte entre comunidades y entidades, proyectos conjuntos de desarrollo y una fluida relación social con los funcionarios. De esta manera,

Esas representaciones fragmentarias y a menudo contradictorias del Estado (…) (son) articuladas desde las estructuras de cacicazgo y de clientelismo, de solidaridad jerarquizada y asimétrica, propias de la cultura política del grupo popular.

En ese juego de relaciones no es fácil discernir qué es lo popular. Si lo tomamos como la cultura tradicional propia y local parece ser algo que sirve sólo para la vida familiar privada o para las fiestas. En tanto, la cultura moderna y hegemónica es aprendida por los pobladores para desempeñarse en el mundo público. Pero esa cultura no es sólo ni principalmente la de la modernidad ilustrada, que suele expresarse en reglas objetivas y democráticas de representatividad política, sino también una compleja aglomeración de relaciones modernas y tradicionales de poder.

García Canclini, Néstor. Consumidores y ciudadanos, conjlictos multiculturales de la globalización. Editorial Grijalbo, México, 1995. Pg. 179.

Así se da un paradójico dilema: los promotores con intenciones democratizadoras y gestiones institucionales alternativas han descubierto que es necesario pactar con caciques internos del territorio para adquirir poder de convocatoria e insertarse en las estructuras socioculturales locales. Esto se ejemplifica perfectamente en los conflictos que ha tenido la Corporación Autónoma con los madereros que practican extracción ilegal: ante las amenazas de paros y mítines por parte de los madereros por los controles ejercidos sobre la explotación ilegal que estaba poniendo en entredicho la supervivencia de las familias, la entidad resolvió abrir un proceso amplio de convocatoria comunitaria para búsqueda conjunta de alternativas. Para ello, el grupo de madereros se “preparó” enviando a sus viejos representantes, militantes de partidos tradicionales, con cierto poder económico en la región, muchas veces los principales compradores de la madera y con los cuales han construido pirámides de relación socioeconómica local, a que asumieran por ellos un proceso de negociación sobre su actividad ilegal. Los funcionarios se han dado cuenta por su parte que a pesar que ninguno de los representantes en realidad es actor directo del conflicto, solamente es posible acceder a ellos a través de la inserción a las tradicionales estructuras de poder local, es decir, a través de sus estructuras cacicales y clienteüstas.

A nivel local entonces, a pesar que la economía es básicamente de orientación al mercado, los arreglos basados en viejas practicas no monetarias de intercambio siguen primando en muchos escenarios de la cotidianidad como factor decisivo en la toma de decisiones económicas. La globalización de la economía, la modernización iniciada y pretendida se inserta también en esquemas tradicionales que median las relaciones sociales y que replican a nivel local las cadenas del comercio y la solidaridad jerarquizada y asimétrica presente en innumerables transacciones económicas.

Es bajo este marco entonces que deben entenderse los arreglos que realizan productores y comercializadores en un gran numero de actividades económicas: por un lado, la actividad maderera se realiza bajo transacciones que en la mayor parte no involucran intercambios monetarios entre actores sociales: el comercializador (que es el intermediario frente a las agencias de compra) entrega a su proveedor (con el cual tiene una historia de relación socioeconómica) insumos, bienes suntuosos, alimentos, etc., en épocas difíciles puede incluso llegar a prestarle dinero u otros elementos. A cambio, el cortero (que es su amigo, compadre o pariente) le paga en madera o en trabajo como cortero, a precios y condiciones impuestos por el comercial izador, permaneciendo obligado la mayor parte del año con el intermediario. A pesar de este proceso de endeude, los campesinos ven en este sistema un factor de cooperación social y económico bastante interesante, donde individuos en mejor posición económica y social generan posibilidades de trabajo y mercadeo. La jerarquización socioeconómica aquí, opera también como un elemento subjetivo de interrelación social y económico eficiente a pesar de los efectos modernizantes e impersonales del mercado.

De esta manera, la sociedad mestiza de la región se enfrenta y trata de incorporarse a la modernización, sin dejar de lado los viejos esquemas de acción socioeconómica que por décadas han sido eficientes e inherentes a la composición jerarquizada y asimétrica de los marcos sociales en los cuales se adscriben.

LOS PAISAJES

Pero a pesar de que podamos hablar en términos generales de cada uno de los grupos, al interior de ellos hay diferencias culturales importantes que implican en el plano económico, diferentes formas de asumir la territorialidad, la producción y el acceso a los recursos naturales. Estas diferencias están íntimamente ligadas con composiciones diversas de la población, migraciones, procesos de aculturación, mestizaje y pérdida de la cultura y lo que tal vez es más común en la región con la hibridación y el sincretismo que de manera creciente y a diferentes escalas sufren los grupos indígenas, negros y mestizos del Alto San Juan.